domingo, 16 de noviembre de 2014

Ese rincón

Una semana. Apenas una semana ha pasado desde la última vez que tu cara se ilinó al verme, desde que me se rozaron nuestros cuerpos por última vez, desde que mis labios pronunciaron un te quiero que no tuvo respuesta. Qué ironía ¿no? hace poco más de un mes las peleas por quien quería más a quien eran la rutina de cada despedida y, según tú, ese fue el problema: la rutina.
Pero que tendré yo posibilidad de hacer para evitar eso, cuando he sido la persona más activa participativa e intensa qué puede haber en una relación, si las sorpresas eran constantes, las risas y curiosidades eternas... sin embargo, creo que fue en exceso; creí estar tan enamorada que todo me parecía poco para ti, pero fue el contrario. Todo lo que te daba, todo aquello que tomaste prestado de mí y nunca devolviste, es una infinidad de veces más que todo lo que yo recibí de ti; aunque eso no importaba. Lo único que me importa es que, la rutina que tú consideras haber creado, no era realmente una rutina; era simplemente una chica intentando impresionar a un chico, intentando hacer que la quisiera.
Y, por encima de que todo haya terminado, creo que lo he conseguido. En el rincón más remoto de tu corazón, he dejado huella, por pequeña que sea. Existe un ápice de esperanza para la poca humanidad que queda en ti, porque te puedo asegurar que yo no soy como Atila, que donde pisa no crece la hierba, te puedo asegurar que donde yo dejo huella, florece la belleza de un jardín entero que es capaz de llenar de amor al pequeño y verdadero ser humano que lucha en tu interior por salir al exterior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario