jueves, 5 de noviembre de 2015

Tropezando con la misma piedra, en distinto terreno.

Nunca pensé que llegaría tan lejos por una persona a la que casi ni conozco. Nunca pensé que pudiese llegar a sentir tanto en tan poco tiempo, y nunca creí que volvería a darme de bruces con el mismo muro por segunda vez en tan poco tiempo.
Apenas dos meses han pasado desde que decidí dejar de lado aquella vana ilusión de enamorar a alguien que no sentía nada por mí, y pensé que había aprendido la lección, pero me equivocaba. Me equivocaba porque dos meses después he vuelto a caer en esa estúpida idea, aunque con una persona distinta. Una persona que en parte sí ha demostrado algo de interés, una persona que te ha dado a entender muchas cosas, pero que a ratos no ha dejado nada en claro. Esa persona que se pasea todo el día por tu mente, que está siempre cerca, y que cuando no lo está parece como si estuviera.
Esa persona que al fin y al cabo no va a caer porque ya ha caído, pero con otra que no eres tú, que estaba antes, y que sigue estando ahora. Otra a la que no puedes ponerle pegas porque, seguramente, le quiera más que tú, aunque te duela reconocerlo.
Creo que deberías ir acostumbrándote a no pillarte tan rápido por la gente, porque te acaba jugando malas pasadas esto del amor a primera vista y esa cosa de no darte por vencida en el momento en el que te das cuenta de que esa persona no va a estar nunca contigo.
Quizá si le echara los cojones que hace falta y se lo dijera directamente las cosas cambiarían, pero como no los tengo, sólo me queda seguir divagando acerca de lo que pudo ser, y no será.

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