No sé por qué estoy escribiendo esto. No sé por qué me preocupo todos los días por ti, no sé por qué te pienso y recuerdo en cada instante que pasa en el día y en cada día que pasa.
No sé por qué me molesto si no vas a leer esto, y supongo que no sabrás ni que existe este sitio. No sé por qué cuido mi ortografía si por muy bonitos que queden mis mensajes tú nunca vas a llegar a componer unos versos o sonetos tan perfectos y complejos como haría yo por ti. No sé por qué investigo y me preocupo, por qué intento acercar mi vida a la tuya si tu nunca vas a dar el paso de intentar hacer que se crucen en un desvío y sigan la misma recta.
No sé por qué me maquillo y me perfumo todos los días, no sé por qué preparo con tanta ansia todo para que cuando llegue la tarde todo sea perfecto y podamos vernos, cuando a ti te cuesta sacar un rato de entre todas tus tareas y aficiones para pasarlo conmigo.
No sé nada de eso, pero si sé otras muchas cosas. Sé perfectamente que mis bromas no las entiendes, porque a alguien que no le fascina la escritura ni un mínimo de lo que me fascina a mi nunca la s entendería.
Sé que no cuidas tu lenguaje porque no te preocupa lo que piense de tu escritura y que por muy bonito que pudiese a llegar a quedar uno de tus mensajes, nunca podrán compararse a las rimas de Bécquer o a los versos de Neruda. Además tú no escribes al amor, escribes a la parte carnal de la relación amorosa, a la fugacidad y al complacer de tus instintos.
Sé que yo soy una romántica empedernida, rata de biblioteca de clásicos y novelas amorosas juveniles, pero qué puedo hacerle, si antes que perder la virginidad prefiero perderme en los besos de un libro una y mil veces.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
No sé muchas cosas, pero algo sé que sé.
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