miércoles, 5 de noviembre de 2014

No sé muchas cosas, pero algo sé que sé.

No sé por qué estoy escribiendo esto. No sé por qué me preocupo todos los días por ti, no sé por qué te pienso y recuerdo en cada instante que pasa en el día y en cada día que pasa.
No sé por qué me molesto si no vas a leer esto, y supongo que no sabrás ni que existe este sitio. No sé por qué cuido mi ortografía si por muy bonitos que queden mis mensajes tú nunca vas a llegar a componer unos versos o sonetos tan perfectos y complejos como haría yo por ti. No sé por qué investigo y me preocupo, por qué intento acercar mi vida a la tuya si tu nunca vas a dar el paso de intentar hacer que se crucen en un desvío y sigan la misma recta.
No sé por qué me maquillo y me perfumo todos los días, no sé por qué preparo con tanta ansia todo para que cuando llegue la tarde todo sea perfecto y podamos vernos, cuando a ti te cuesta sacar un rato de entre todas tus tareas y aficiones para pasarlo conmigo.
No sé nada de eso, pero si sé otras muchas cosas. Sé perfectamente que mis bromas no las entiendes, porque a alguien que no le fascina la escritura ni un mínimo de lo que me fascina a mi nunca la s entendería.
Sé que no cuidas tu lenguaje porque no te preocupa lo que piense de tu escritura y que por muy bonito que pudiese a llegar a quedar uno de tus mensajes, nunca podrán compararse a las rimas de Bécquer o a los versos de Neruda. Además tú no escribes al amor, escribes a la parte carnal de la relación amorosa, a la fugacidad y al complacer de tus instintos.
Sé que yo soy una romántica empedernida, rata de biblioteca de clásicos y novelas amorosas juveniles, pero qué puedo hacerle, si antes que perder la virginidad prefiero perderme en los besos de un libro una y mil veces.

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