martes, 2 de diciembre de 2014

Dónde quedo yo.

He estado pensando, y no sé por qué habré cometido ese estúpido error. Desde que estoy sola, no soy capaz de levantar la cabeza.
Me planteo a diario cómo soy, me planteo a diario cómo pienso y cómo llevo a la práctica los pensamientos teóricos que tengo acerca de mi vida, y creo que he fracasado.
Sólo tenéis que mirarme, pero no mirarme con los ojos de un amigo, de un familiar o de un conocido; miradme con los ojos con los que yo me miro, intentad verme como yo me veo, pues es la única forma de entender lo que siento.
Quizás ni si quiera así logréis entenderme, porque ni yo lo consigo. Quizás no esté hecha para la vida social, quizás debería apartarme del mundo y quedarme aquí, aislada, dejándome morir poco a poco todos los días.
Pero no, me he aferrado a la vida desde la última vez que temí por ella, pero eso ya no importa. No importa, cierto es, porque ya no me veo necesaria; porque todo el mundo es capaz de seguir su vida apartándome.
Todos tenéis a alguien que se preocupa, que ha remplazado a la persona que solía ser yo; tenéis a alguien que os escuche, a alguien que os acaricie o que sofoque vuestros llantos con palabras de aliento, como solía hacer yo.
Pero, ¿dónde quedo yo?
Todos los días me lo pregunto, mas la única respuesta que encuentro es que nací para apoyar y no ser apoyada, para llorar y no ser llorada, para hacer reír y ser motivo de risa; para ayudar al que da pena y darla, para salvar al que teme perder ante la muerte, y perder.
Nací para dar y no recibir nada, pero señor ayúdame, porque no se si podré seguir adelante con esto mucho más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario