lunes, 7 de diciembre de 2015

Querida yo a los 15 años.

Parece mentira que ya hayan pasado tres años desde que caíste a este tremendo vacío, pero lo que de verdad parece mentira es que ya haya pasado casi un año desde que saliste. Maldito 7 de Diciembre que no vas a olvidar en la vida y que vas a levar siempre marcado, nunca mejor dicho.

Ojalá en ese momento hubiese sabido todo lo que sé ahora; ojalá hubiese tenido a alguien que me hablara como necesitaba, que me hubiese dejado las cosas claras y me hubiese escuchado como nadie lo hacía; ojala hubiese sabido el camino interminable que estaba empezando a recorrer, y el daño que te ibas a hacer empezándolo.
Pero los ojalá nunca se cumplieron y caíste sin saber dónde estaba el fondo del pozo... y te puedo asegurar que en estos tres años has sufrido muchísimo, sobre todo en el momento en el que, hace casi un año, decidiste salir de todo eso y retomar la vida que de verdad querías llevar.

No voy a decirte que no ha sido duro, ni mucho menos. Tampoco creo que necesites que te diga que a los tres días dejarás de sentirte como una loca y volverás a ser normal porque incluso yo ahora me he planteado alguna que otra recaída. Pero entonces pienso en la felicidad de no sentir la presión de los ojos mirándote, la presión de no tener que preocuparte de que parte del cuerpo se te ve y que parte no, y te das cuenta de que sólo necesitabas eso para comenzar con el cambio, descubrir la sensación de sentirte presionada.

Querida yo a los 15 años: da igual las ganas que tienes de no estar aquí, da igual lo poco que comas, da igual el daño que te hagas y da exactamente igual las cicatrices que vayan a quedar, porque cuando crezcas van a estar ahí para recordarte que aunque el mundo se te venga encima, siempre vas a poder salir.

Estoy orgullosa de ti.

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